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Columna: Hipoacusia, audífonos visibles y con estilo

Por Carolina Flores Bustos

Académica de la carrera de Fonoaudiología

Universidad Andrés Bello

Ante todo, he de destacar una palabra tan sobre utilizada este último tiempo: inclusión. A saber, este término se define como una acción que trata de integrar a un cierto grupo de personas que son minoría en la sociedad. Con relación al grupo de discapacidad auditiva, lamentablemente en nuestro país aún es frecuente encontrarse con familias que intentan ocultar que su hijo o hija es hipoacúsico. Las razones pueden ser muchas, pero si no partimos por la aceptación de los más cercanos es mucho más difícil que el resto comprenda esta condición.

Cuando un niño se ha diagnosticado con hipoacusia neurosensorial significa que esa pérdida auditiva es irreversible y, en ciertos casos, podría ser progresiva. Por tal razón, el tratamiento ya no puede ser con medicamentos o cirugía y la única opción son las prótesis auditivas. Ahora bien, ¿por qué tendrían que ser unos audífonos bien pequeños y que no se noten?

Desde el punto de vista del adulto, se puede entender que el paradigma social ha privilegiado la estética por sobre otras características realmente importantes. Sin embargo, ¿qué hace más feliz a un niño? Poder comunicarse y jugar con sus amigos o ser el canon de belleza del año en cuestión.

Si desde el comienzo normalizamos el uso de aparatos auditivos como aquellos accesorios que nos van a brindar una mejor audición y les instauramos identidad propia sacaremos el mejor provecho. Hoy en día es posible personalizarlos, usar carcasas y moldes de colores y aplicarles diseños y caricaturas entretenidos. Por ende, ¿por qué un niño querría usar “el mismo aparato que su abuelo” si tiene la opción de asociarlo a su juguete favorito?

Si continuamos expresando que es mejor el aparato auditivo que menos se vea, enviamos en forma errónea el mensaje de que hay algo malo que se debe esconder. El tiempo de aceptación de esta condición en un niño está años luz de lo que le toma a un adulto. Por lo tanto, no convirtamos en un problema algo que para ellos nunca lo ha sido. Si los lentes lograron encantar hasta a aquellos sin déficit visual y los frenillos hechizan mientras más colores tengan… ¿Por qué los audífonos no?

Entonces, sólo si comprendemos que la diversidad no es un problema, lograremos que se convierta en una oportunidad para el enriquecimiento del individuo y su contexto familiar, educativo y laboral.

Recuerdo los ojos de felicidad del hincha de Colo-Colo cuando recibió sus audífonos, uno de color blanco y el otro negro, elección propia apoyada por su familia. También me emocionó de esa vez cuando aquella madre no podía más de orgullo y alegría, pues todas las compañeras de su hija hipoacúsica querían ser como ella y usar audífonos rosados de Barbie…  A eso le llamo inclusión innata.

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